martes, 8 de noviembre de 2011

"1Q84" libro 3, de Haruki Murakami

Quien ya haya leído alguna de las obras de Haruki Murakami, no se sorprenderá al saber que esta es una de esas novelas que generan adicción al lector, que queda atrapado desde las primeras páginas y no quiere abandonar el libro hasta concluirlo.
La parte 3 de 1Q84 es la conclusión de la historia de Aomame y Tengo, envueltos en una extraña historia en la que la "realidad" se entrelaza con aquello que parece ser una fantasía literaria creada por una escritora adolescente. En el libro 3, aparece como nuevo protagonista Ishikawa quien, ya en el libro 2 había insinuado su presencia como un personaje secundario.
¿Qué me gusta de este libro? Que no tiene todas las respuestas, que deja librada a la imaginación del lector un sinfín de interrogantes, que confía en la reflexión que debe seguir a todo libro que se ha concluido. Haruki Murakami es un autor brillante, incitante, que con humor y una prosa extraordinaria, sabe adentrarnos en universos en los que todo es posible, poniendo a prueba la lógica y la imaginación.

Haruki Murakami, 1Q84. (Libro 3). Tusquets, Buenos Aires, 2011. ISBN 978-987-670-070-2

sábado, 1 de octubre de 2011

"Torneo de sombras", de Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac

Torneo de sombras: el Gran Juego y la pugna por la hegemonía en Asia central es un libro de Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac sobre el conflicto por el dominio del corazón del continente asiático que se desarrolló primero entre el Imperio Ruso y Gran Bretaña en el siglo XIX, luego la URSS y Gran Bretaña, y finalmente entre la Unión Soviética y Estados Unidos hasta finales de la guerra fría. El estilo tiene la agilidad de la prosa periodística, lo que lo hace sumamente atractivo para el lector que se aproxima por primera vez a la temática, pero no por ello carece de seriedad.
Desde la expansión británica en la India y la anexión rusa de pequeños janatos en Asia central como Bujara y Jiva, era inevitable el choque de ambos imperios europeos en países como Afganistán y Tíbet. En un buen contrapunto, los autores describen las ambiciones, los prejuicios y las acciones de los gobiernos europeos por llevar su control al terreno. Así fue como los británicos invadieron Afganistán en dos ocasiones -con resultados adversos- en la centuria decimonónica, temiendo que ese complejo país llegara a ser dominado por los rusos y, con ello, amenazaran su imperio en la India. De gran interés resultan, entonces, las expediciones geográficas, cartográficas, botánicas, zoológicas y etnológicas que impulsaron ambos colosos europeos, ya sea de científicos propios, o bien de otras nacionalidades. Tanto la Royal Geographical Society como la Sociedad Geográfica Imperial de Rusia fueron promotoras de la investigación en esa extensa geografía, a fin de recabar todos los conocimientos que pudieran ser útiles para la guerra como la posesión en tiempos de paz. Audaces y, en varias oportunidades, chiflados exploradores de Europa, Asia y América se lanzaron a trazar mapas, buscar el nacimiento de los ríos, recabar especímenes y conocer lenguas. Sus hazañas recibían el aplauso de entusiastas lectores que, fascinados por adentrarse en esas latitudes enigmáticas, devoraban los libros de los audaces aventureros.
Esa rivalidad se conoció por los ingleses, en el siglo XIX, como el Gran Juego (Great Game) y como el Torneo de Sombras, por los rusos.
Con la revolución bolchevique y la creación de la Unión Soviética, se generó una nueva rivalidad en la que el Tíbet ocupó un lugar central, dada su situación ambigua con respecto a la República China. Tanto británicos como soviéticos tuvieron especial interés en esa vasta región, en la que desplegaron su política para acercarse al XIII Dalai Lama y al IX Panchen Lama, enemistados.
Los alemanes, por su lado, intentaron apelar a los sentimientos nacionalistas en las dos guerras mundiales. En la primera conflagración, el kaiser Guillermo II intentó provocar el levantamiento de los pueblos de Asia Central; luego, el nazismo promovió expediciones al Tíbet, patrocinadas por Heinrich Himmler, en las que buscaban las raíces arias comunes con los tibetanos... En ambas contaron con el visto bueno del explorador sueco Sven Hedin.
Asia Central atrajo y sigue atrayendo las fantasías. Así fue como los teósofos ubicaron a la mítica Shambhala en esa región, Agvan Dorzhev intentó que el Tíbet fuera protegido por el Zar-Bodhisattva, los nazis quisieron creer en que los mitos de Thule y Shambhala eran el mismo, y que los tibetanos eran arios, Nicholas Roerich habló del Zar Rojo (Lenin) y también entusiasmó al secretario de Agricultura, y luego vicepresidente de Estados Unidos, Henry Wallace...
El libro es fascinante porque la historia de la región lo es. Es un texto que invita a seguir estudiando y leyendo sobre Asia Central.

Karl E. Meyer y Shareen Blair Brysac, Torneo de sombras. Barcelona, RBA, 2008. ISBN 978-84-9867-182-7

sábado, 17 de septiembre de 2011

"Nueva historia de la Guerra Fría", de John Lewis Gaddis.

Libro escrito en el 2005 y recién ahora publicado en castellano, la Nueva historia de la Guerra Fría de John Lewis Gaddis es un nuevo aporte para el estudio y la comprensión de un período de máxima tensión entre dos bloques de poder: Estados Unidos y sus aliados occidentales por un lado, y la Unión Soviética y el conjunto de satélites de Europa oriental y algunos asiáticos, por el otro.
La Guerra Fría, iniciada casi inmediatamente después de la segunda guerra mundial, tuvo un carácter ideológico que se libró en todos los escenarios posibles, tanto los geográficos como los del quehacer humano. Este enfrentamiento indirecto tuvo episodios que rozaron con la posibilidad de una nueva conflagración mundial en Corea, en la crisis de los misiles en Cuba y, en varios momentos, en la Alemania dividida. Hubo, también, otros escenarios en África, en el Sudeste asiático, Afganistán, Medio Oriente y Centroamérica, en los que combatieron a través de aliados. La singularidad de esta guerra, es que ambos bloques poseían un arsenal suficiente de armas nucleares que podrían haber eliminado toda forma de vida sobre el planeta.
De singular interés es el acento que ha puesto el autor en remarcar las esferas de autonomía logradas por la China de Mao Zedong quien, en tanto líder revolucionario en su país, propugnó la aceleración de una revolución mundial y rivalizó en ello con los dirigentes de la URSS, a quienes consideraba "revisionistas" y "burócratas". En esa misma sintonía desarrollaron sus propias políticas Fidel Castro, Ho Chi Minh y Kim Il Sung, por citar algunos. En el bloque occidental, Gaddis compara a estas actitudes con la del general Charles De Gaulle en tanto que presidente de la República Francesa, aunque con valores diametralmente opuestos a los líderes socialistas de Asia y América latina. Con una metáfora risueña, lo ilustra bien: las colas meneaban a sus perros.
Señala, también, las contradicciones que generó esta guerra en la vida interna de los Estados Unidos, desde el papel de la CIA en los golpes de Estado en Irán (1953), Guatemala (1954) y Chile (1973), así como las maniobras de Richard Nixon para encubrir sus operativos de espionaje, vulnerando la Constitución de su país. También me parece sumamente interesante la oposición que surgió tanto en los Estados Unidos como en la Unión Soviética a la convención de Helsinki de 1975. En el primero, tanto Jimmy Carter como Ronald Reagan la criticaron acerbamente, sin haber avizorado la grieta que la tercera canasta de derechos humanos y libertades fundamentales estaba abriendo en el denso muro del socialismo real.
Gaddis compara bien el proceso de la distensión negociada pacientemente entre Richard Nixon y Leonid I. Brezhnev, el fracaso de esta política en tiempos de Carter, y el cambio fundamental durante las dos presidencias de Ronald Reagan. A mi criterio, acierta en ponderar la política exterior de Reagan (1981-1989), a la que muchos intelectuales de entonces y de ahora han desdeñado por su simpleza. Y es que, sin enmarañarse en una caparazón de falsa intelectualidad, supo ver cómo llevar al colapso soviético y, luego, plantear un desafío de la abolición de las armas nucleares en un plazo mediano. Gaddis, quizás para el asombro de muchos lectores, subraya que Reagan fue el primer abolicionista nuclear que llegó a la presidencia de los Estados Unidos. Su propuesta de desarrollar la Iniciativa de Defensa Estratégica (IDE) -por aquel entonces popularizada como Star Wars- fue tomada en serio y generó gran preocupación para el liderazgo soviético, puesto que desnudaba su vulnerabilidad y retraso tecnológico, como bien lo ha mostrado Vladislav Zubok en su libro Un imperio fallido, que recientemente he comentado.
También comparto con John Lewis Gaddis en prestar especial atención al surgimiento de nuevos líderes que llevaron adelante este cambio profundo en la política internacional, como fueron la primera ministro Margaret Thatcher en el Reino Unido, el Papa Juan Pablo II -Karół Wojtiła, antes Obispo de Cracovia-, y personajes claves de la disidencia en Europa oriental, como Lech Wałęsa y Václav Havel. Mijail Gorbachov -si bien es más benévolo en el tratamiento de este político soviético que el ya mencionado Zubok- fue detrás de los acontecimientos, sin una visión clara y nunca dispuesto a recurrir a la fuerza. Es por ello que, a diferencia de Deng Xiaoping, vio que la URSS implotó en tanto que la República Popular China se mantiene aún hoy. Los episodios de liberación de varios pueblos de 1989 se vivieron y realizaron a pesar de los deseos de los gobernantes, sin que éstos pudieran hacer nada para detenerlos. El hecho de que Gorbachov no los hubiera impedido, fue un logro porque evitó un baño de sangre en el centro de Europa.
Un libro sumamente recomendable, que enriquece la literatura sobre este período tan cercano de la historia contemporánea.

John Lewis Gaddis, Nueva historia de la Guerra Fría. México, Fondo de Cultura Económica, 2011. ISBN 978-607-16-0555-9

martes, 13 de septiembre de 2011

"El mapa y el territorio", de Michel Houellebecq.

Terminé de leer El mapa y el territorio, la última novela de Michel Houellebecq que fue galardonada con el Premio Goncourt. Debo adelantar que es la primera obra que leo del autor.
Aún no puedo afirmar si la novela me gustó o no. En algunos tramos me parece un texto muy bien logrado, con reflexiones interesantes y que me resultan atinadas. En otras partes, tuve la intención de arrojar el libro por el profundo desagrado que me despertó. Imagino que esta es la intención de Houellebecq: provocar, llevar a los extremos, no dejar tranquilo al lector.
Me gusta que un autor despierta, que mantenga alerta, que llame a la reflexión. Pero de ahí a utilizar imágenes desagradables para retratar la fragilidad de la existencia humana, creo que se exagera.
Recurre a una herramienta que me parece egocéntrica sin sentido: el mismo Michel Houellebecq es uno de los personajes de la trama, y no es uno menor. No me parece, porque se pierde la riqueza de la creación y es una vitrina de mal gusto. Esta es mi opinión.
Poco y nada podemos conocer de las tribulaciones del protagonista, Jed Martin; ignoramos sus sueños profundos, sus dudas, sus mutaciones. Apenas podemos atisbar algo a través de la relación con su padre y, paradojalmente, se llega a conocer más del progenitor que del hijo.
En su intento de crítica al capitalismo -¿hay crítica o admiración por sus logros tecnológicos?- se recurre hasta el hastío a la enumeración de marcas de cámaras fotográficas y automóviles. Una enumeración tediosa e innecesaria.
Hay algunas reflexiones interesantes, como las de la muerte en la sociedad contemporánea -y de cómo se quiere evitar su realidad-, pero esta, inevitablemente, nos golpea.
Es un libro sobre la soledad, la muerte y lo impermanente.
¿Lo regalaría? Creo que no. Lo volveré a leer en unos años, cuando yo sea otro yo.

Michel Houellebecq, El mapa y el territorio. Barcelona, Anagrama, 2011. ISBN 978-84-339-7568-3

miércoles, 7 de septiembre de 2011

"Un imperio fallido", de Vladislav Zubok.

El libro de Vladislav Zubok, Un imperio fallido, es un excelente libro que estudia el desarrollo y ocaso de la Unión Soviética durante la guerra fría, hasta su implosión en 1991. El autor utiliza archivos recientemente desclasificados, por lo que cuenta con un material de extraordinaria riqueza e interés sobre los debates que se produjeron en el Politburó durante el largo período de Stalin después de la segunda guerra mundial hasta Mijail Gorbachov. El autor, que es un historiador ruso, plantea que con Stalin se instaló un paradigma revolucionario-imperial en el que convergía el pensamiento socialista bolchevique de la revolución de 1917 con la extensa tradición del expansionismo zarista. Stalin no dudó en llevar adelante ese paradigma con un altísimo costo en vidas humanas y se atrevió a enfrentar a Occidente en escenarios como Europa central y oriental –especialmente en Alemania-, en la península coreana, en Irán, Turquía y Asia central.
Nikita Jruschchov no desmanteló este paradigma, y lo consolidó poniendo un marcado acento en la carrera armamentista nuclear, llevando al mundo a la crisis de los misiles de 1962 en Cuba, que bordeó el precipicio de la conflagración nuclear. Pero este fracaso en Cuba, el levantamiento del oprobioso Muro de Berlín en 1961 y los efectos de la desestalinización y el deshielo cultural en la URSS, condujeron a que fuera destituido en 1964 para coronar a Leonid Brezhnev.
Vladislav Zubok dedica un interesante capítulo a la situación interna de la URSS durante el período de la desestalinización y cómo afectó este proceso –a pesar de sus limitaciones- a favor de un cambio en la visión que tenía una nueva generación de soviéticos sobre su país y el exterior, al que poco conocían. Los líderes soviéticos no supieron responder a la aparición de intelectuales que se atrevieron a pensar y escribir por fuera de los lineamientos oficiales, como Borís Pasternak, Solzhenitsin, a los planteos pacifistas de Andrei Sajarov o al del cellista Mstislav Rostropovich. También actuaron con torpeza ante el justo reclamo de la minoría judía en la URSS, que deseaba emigrar al Estado de Israel con el apoyo del movimiento sionista y políticos demócratas y republicanos de Estados Unidos.
Tanto Jrushchov como Brezhnev eran novatos en su política exterior, y se comportaban más como burócratas que como herederos de un país con aspiraciones revolucionarias, lo que produjo fricciones con la China maoísta, la Yugoslavia del mariscal Tito, el Vietnam de Ho Chi Minh y la Cuba de Fidel Castro, entre otros. En Estados Unidos, Brezhnev encontró a un presidente como Richard Nixon que estaba dispuesto a llegar a acuerdos concretos y duraderos para alcanzar la distensión, a pesar de la conocida retórica anticomunista de este político republicano antes de alcanzar la primera magistratura. No obstante, como bien señala el autor, Brezhnev irá sufriendo un acelerado deterioro de sus facultades mentales y fortaleza física por su adicción a los calmantes, que comenzó a ingerir en 1968 cuando ordenó invadir a Checoslovaquia para detener el proceso de liberalización conocido como la “Primavera de Praga” liderado por Dubček. El Politburó siguió manejando los hilos del poder sin remover al secretario general, y tomó decisiones críticas para el futuro de la URSS y que hicieron peligrar la paz mundial, como la invasión a Afganistán en 1979, manipulando a Brezhnev. Zubok subraya el protagonismo de Andropov –luego sucesor de Brezhnev desde 1982 a 1984, porque asumió enfermo como secretario general- tanto en la invasión a Checoslovaquia en 1968, en donde a la sazón era embajador, así como la irrupción en Afganistán, siendo director del KGB. En ambas situaciones, Andropov manipuló la información disponible para sacar provecho y fortalecer su posición en la nomenklatura. Entre 1982 y 1985, los fugaces Andropov y Chernenko mantuvieron la inercia de la gerontocracia hasta que asumió Mijail Gorbachov como secretario general del partido.
El autor remarca la preocupación constante de Gorbachov ante la propuesta lanzada por Ronald Reagan, en 1983, de desarrollar la Iniciativa de Defensa Estratégica, un escudo antibalístico que aspiraba a neutralizar cualquier ataque nuclear contra los Estados Unidos desde el espacio. Si bien ya en tiempos de Lyndon Johnson y Brezhnev se intentó impedir el desarrollo de los ABM (misiles antibalísticos), la iniciativa de Reagan –popularmente conocida como Star Wars- provocó una seria preocupación en Gorbachov. De allí que se empeñara sinceramente en llevar adelante una política de desarme, en la que halló eco en el presidente estadounidense de manera insospechada para los miembros del Politburó. Gorbachov entendía que el severo retraso económico y social de la Unión Soviética requería un giro fundamental en la política exterior, para poder dedicar la gran masa de recursos que se invertía en la carrera armamentista y en el mantenimiento de estados satélites hacia mejoras sustanciales para la población.
El libro concluye con el desplome del sistema socialista en Europa oriental y la posterior desaparición de la Unión Soviética en 1991, a pesar de los intentos de Gorbachov para mantenerla de otra forma renovada. Es que, a criterio del autor, Gorbachov fue un gobernante que, por sus características personales, no actuó como tal: no se propuso utilizar la coerción en ninguna circunstancia, aun cuando ello significara observar sin actuar ante el ejercicio de la violencia de un grupo contra otro, como ocurrió con algunos movimientos nacionalistas. Y el primer deber de todo gobernante es, claramente, impedir que se dañe a los ciudadanos. Tampoco supo negociar la retirada de la URSS de Europa oriental, ya que fue concediendo sin exigir contrapartidas. Bien señala Zubok que Mijail Gorbachov tomó como modelo a la no violencia de Gandhi, pero él no fue el fundador de un estado, como sí lo fue Nehru.
Como complemento de este libro, sugiero la lectura de las memorias de Anatoli Dobrinin, quien fue embajador soviético durante casi 25 años en los Estados Unidos, publicadas en castellano por el Fondo de Cultura Económica con el título En confianza y del que pronto haré un comentario en este blog.
Se trata de un texto bien documentado, de buena lectura, indispensable para el estudioso del siglo XX y para el lector que quiera comprender qué ocurrió en ese mundo en el que imperaba el silencio y la opresión.

Vladislav Zubok, Un imperio fallido. Barcelona, Crítica, 2008. ISBN 978-84-8432-756-1

viernes, 2 de septiembre de 2011

"Tokio Blues. Norwegian wood", de Haruki Murakami.

Tokio Blues. Norwegian wood es una novela en la que Haruki Murakami explora la soledad humana, acrecentada por la cercanía de la muerte. En este relato, Watanabe recuerda, tras escuchar la canción Norwegian wood, de los Beatles, su época estudiante universitario de literatura cuando tenía 19 años. Hacía muy poco, cuando frecuentaba las aulas, que su amigo Kizuki se había suicidado sin haber dejado una nota.
Watanabe se involucra con quien fuera la novia del fallecido Kizuki, la joven Naoko. Pero ella, tras unos meses de vida universitaria, debió ser internada. Watanabe, pues, se siente vinculado estrechamente a Naoko, a la par que conoce a una joven con la que cursaba una asignatura, Midori. Junto a otro estudiante, emprende una existencia vacía en la que frecuentan bares y mujeres simplemente para ocupar el tiempo, intentando escapar de un vacío que lo atormenta. En vano querrá huir, porque Watanabe deberá enfrentar y madurar ante la fragilidad de la vida.

Haruki Murakami, Tokio blues. Norwegian wood. Buenos Aires, Tusquets, 2011. ISBN 978-987-1210-72-5

miércoles, 17 de agosto de 2011

"Caballos desbocados", de Yukio Mishima.

Caballos desbocados es una extensa novela de Yukio Mishima en la que dos personajes, el juez Honda y el joven universitario y kendoista Isao Iinuma, se encuentran con sus vidas entrelazadas, aparentemente por casualidad, pero en la que el magistrado va encontrando anticipos que le fue dejando su fallecido amigo Kiyoaki Matsugae. El juez Honda, un aplicado hombre de la justicia, descubre que el joven Isao es la reencarnación de su amigo muerto prematuramente, a los 19 años.
Isao Iinuma es hijo del director de la Academia de Patriotismo, un hombre vinculado al pensamiento de la derecha restauradora en tiempos de entreguerra en el Japón. Es una época en la que los políticos y empresarios temen por sus vidas, cuando el Ejército está avanzando no sólo en Manchuria, sino también en la vida institucional del país. Es, también, una época de zozobra económica por las repercusiones mundiales de la crisis de 1929.
El joven Isao Iinuma formó un grupo de estudiantes, cuyo objetivo es asesinar a quienes consideran como los principales responsables de la crisis política y económica, restaurar el poder imperial en toda su plenitud y luego suicidarse ritualmente. Él y su grupo estaban convencidos de que los dioses los favorecían, y pretendían imitar a la Liga del Viento Divino, que en los años setenta del siglo XIX aborrecieron de la modernidad e intentaron -en vano- implantar el espíritu samurai. Esta búsqueda de Isao provocará cambios en el juez Honda, que abandonará su vida muelle y ordenada para asistir al joven.
En este clima antioccidental y contrario a la modernidad, Isao Iinuma busca la pureza y el triunfo del Emperador.
Mishima -que simpatizó con la idea de la restauración en tiempos de posguerra- recrea magistralmente el clima de este período tan agitado en la vida japonesa. Su pluma ágil contribuye a comprender la atmósfera ideológica, cargada de violencia, de los años treinta en el archipiélago nipón.

Yukio Mishima, Caballos desbocados. Madrid, Alianza, 2004. ISBN 978-84-206-6667-9

jueves, 21 de julio de 2011

"El simbolismo del templo cristiano", de Jean Hani.

El simbolismo del templo cristiano, del profesor Jean Hani, es un libro que merece ser leído con atención, con apertura mental y espiritual, con genuino deseo de comprender. Su posición es que la construcción de un templo cristiano -y, por extensión, de todo templo religioso- obedece a criterios de orden cosmológico y teológico, y no a la inspiración individual de un arquitecto. De allí que se detiene en explicar en cada una de las partes del templo, desde el ingreso hasta el altar, todo el simbolismo que lo compone. Los constructores de catedrales, los antiguos compagnons de la Edad Media, tenían acabados conocimientos de geometría, gematría, astrología, teología, filosofía platónica y neoplatónica y de tradiciones anteriores a la cristiana, como la judía y la religión solar.
Jean Hani documenta a cada paso con citas bíblicas el simbolismo del templo, para que el lector pueda comprobar que su postura no es un capricho. Y es que el templo cristiano es sucesor directo del antiguo templo de Jerusalém, en la más estricta línea de la tradición judía. Es una buena puerta para ingresar al mundo de la arquitectura medieval, tan distante y extraña para el hombre contemporáneo.
Un libro excelente, recomendable, inteligente.

Jean, Hani, El simbolismo del templo cristiano. Barcelona, José J. de Olañeta, 2008. ISBN 978-84-7651-448-1

domingo, 26 de junio de 2011

"La mentalidad soviética", de Isaiah Berlin.

El pensador e historiador de las ideas Isaiah Berlin escribió varios ensayos e informes sobre la cultura rusa durante los años de la Unión Soviética, fruto de sus visitas a ese país después de la segunda guerra mundial, en tiempos en que aún dominaba Stalin con su mano de hierro, cruel e implacable. Por primera vez se recopilan en La mentalidad soviética, con el subtítulo de "la cultura rusa bajo el comunismo". Berlin, que vivió su infancia en San Petersburgo y que con su familia emigró a Gran Bretaña poco tiempo después de la revolución bolchevique, era un excelente conocedor de la literatura, la poesía y el arte ruso en general, además de seguir cultivando esa lengua. Por ello ocupó un puesto en la embajada británica en 1945, y realizó luego varios periplos que lo mantuvieron en contacto con figuras colosales de la literatura, como Borís Pasternak y Anna Ajmátova.
Berlin nos recuerda que los rusos eran grandes lectores y que amaban a sus poetas. En los primeros años de la revolución bolchevique se produjo un despertar de las vanguardias artísticas en literatura, teatro y música que luego fueron acalladas a partir de 1928, cuando el Partido Comunista empezó a disciplinarlas a través de la Sociedad de Escritores, al servicio del Estado soviético. Fue así como se impuso el “realismo socialista” en las artes, en las que se hacía propaganda de los héroes proletarios en su lucha por la construcción del socialismo, alejándose de toda posibilidad de articular una crítica o una diferencia de opinión ante el montaje del totalitarismo. Como escribió Berlin, “la superficie ideológica actual no muestra ni una sola ondulación”. El arte era monótono, rígido, dedicado a glorificar los planes quinquenales y el leninismo stalinista. Era seco, áspero y frío como un monumento de hormigón. Las editoriales eran estatales y toda publicación pasaba por el control de la censura partidaria, por lo que toda expresión disidente quedaba relegada al silencio y, en numerosas ocasiones, fue causa de muchas condenas a los campos de trabajo.
Así fue como Ósip Mandelshtam, tras escribir un epigrama sobre Stalin, fue condenado a los campos de trabajos forzados en los territorios asiáticos de la Unión Soviética, en donde murió olvidado tras sufrir constantes golpizas y tortura psicológica, tal como lo señala Isaiah Berlin en una sentida semblanza que hace del poeta. También relata sus encuentros con Borís Pasternak en 1945 y en 1956. En la segunda ocasión, en vano trató de disuadirlo de que enviara el manuscrito de Doctor Zhivago al editor italiano Feltrinelli, sabiendo que ello le acarrearía problemas a él y su familia. Berlin reconstruye la llamada telefónica que hizo Stalin a Pasternak para interrogarlo sobre Mandelshtam. Tuvo, también, varios encuentros con Anna Ajmátova en 1945, 1956 y en Oxford en 1965. Ajmátova estaba convencida de que su encuentro con Berlin, en 1945, había sido el origen de la guerra fría y, por consiguiente, de un cambio en el curso de la historia de la humanidad… Estos escritores sobrevivían gracias al oficio de la traducción. Permanecían aislados, al igual que el resto de sus compatriotas, de las novedades literarias de Occidente, y de tanto en tanto podía llegarles algún ejemplar de las obras de Virginia Woolf, Sartre o Hemingway. Ni siquiera les llegaban noticias de la vida de los intelectuales occidentales, desconociendo si seguían escribiendo o si habían muerto ya.
Un capítulo magistral es el ensayo "La dialéctica artificial", en el que analiza los continuos cambios de la línea oficial del Partido Comunista y cómo los ciudadanos comunes han caído en la más profunda apatía antes estos zigzags ideológicos. En los años posteriores a la muerte de Stalin persiste ese desaliento del ruso ante la política de su país, cada vez más distante de la realidad. Los académicos se empeñaban en repetir una aburrida letanía sobre el marxismo, en la que ya no creían, y los políticos eran una casta impenetrable de oportunistas al servicio de su propio poder omnímodo e incuestionable. Berlin rescataba que, a pesar de ese desierto, aún había rusos que sienten curiosidad por lo que ocurre en otros países. Pero el autor no tenía esperanzas de que el sistema totalitario se desplomara o implotara.
El libro incluye un glosario escrito por Helen Rappaport, que permite al lector conocer mucho mejor a los personajes mencionados a lo largo de los ensayos reunidos.
Como todos los escritos de Isaiah Berlin, es una invitación al pensamiento, al diálogo con uno de los hombres más inteligentes del siglo XX.

Isaiah Berlin, La mentalidad soviética. Barcelona, Galaxia Gutenberg, 2009. ISBN 978-84-8109-815-0

domingo, 19 de junio de 2011

"Jardines secretos, legitimaciones públicas", de Paula Alonso.

Paula Alonso escribió, hace algunos años atrás, un excelente libro sobre la Unión Cívica Radical intitulado Entre la revolución y las urnas, sobre la etapa inicial de ese partido político argentino. Ahora nos brinda una historia de los comienzos y desarrollo desde el poder, desde 1880 a 1892, del Partido Autonomista Nacional en su libro Jardines secretos, legitimaciones públicas.
Esta fuerza política surgió de la fusión del Partido Nacional -creado por Nicolás Avellaneda con restos del federalismo para alcanzar la presidencia- y del Partido Autonomista, de Adolfo Alsina. Tras la inesperada muerte del segundo, los autonomistas se volcaron hacia la ascendente figura del entonces ministro de Guerra, el joven general Julio Roca, que con su concuñado Miguel Juárez Celman -ministro de Gobierno en Córdoba- fueron tejiendo una densa urdimbre de conexiones políticas en el interior del país para llegar a la primera magistratura en 1880.
Tras vencer en el campo de batalla a los sectores porteñistas que se negaban a la federalización de la Ciudad de Buenos Aires, entonces capital de la provincia homónima, y que se habían nucleado en torno a la candidatura del gobernador Carlos Tejedor, Julio Roca desarrolló una activa política que se desplegó en todas las provincias de la Argentina. Sin oposición parlamentaria, el roquismo compitió en el seno del PAN con el rochismo -de Dardo Rocha, nuevo gobernador de la provincia de Buenos Aires y serio aspirante a suceder a Roca en 1886-, con el irigoyenismo -de Bernardo de Irigoyen, ministro del Interior de Roca, un jurista de destacada trayectoria y que también tenía ambiciones presidenciales para 1886- y el juarismo, capitaneado por Miguel Juárez Celman -fue gobernador de Córdoba y luego senador nacional.
Es sumamente interesante cómo Paula Alonso reconstruyó mediante el uso de fuentes documentales -porque así se hace el trabajo del historiador, es preciso recordarlo- la pugna interna dentro del Partido Autonomista Nacional. El rochismo fue una fuerza significativa y que seriamente amenazó las posibilidades de que Roca influyera en el nombre de su sucesor, y es por ello que buena parte de sus energías se enfocaron en debilitar al gobernador bonaerense. En este contexto es que debemos leer, en gran medida, la creación del peso como moneda nacional, en detrimento de la moneda bonaerense que circulaba con el respaldo del Banco de la Provincia de Buenos Aires, entre otras políticas que tendieron a la centralización.
Para derrotar al rochismo y, en menor medida, al irigoyenismo, Roca se alió con Juárez Celman y fue de este modo como el cordobés llegó a la presidencia en 1886. Paula Alonso nos recuerda que Rocha libró una batalla importante en la arena electoral, llegando a crear el Gran Comité Argentino, que hubiera sido -de haber prosperado- una pujante fuerza política opositora al roquismo. No obstante, y gracias al control de los fondos públicos, el presidente Roca logró que el PAN consagrara a Juárez Celman y mantuvo un férreo control del partido en los primeros meses de la nueva presidencia, aspirando a controlarla en los próximos años para arribar, en 1892, a un segundo período.
Roca supuso que el apoyo de los gobernadores habría de perdurar. Tras su periplo por Europa, al retornar halló que estos mandatarios provinciales se habían alineado en su enorme mayoría con el presidente Juárez Celman. Y es que el nuevo primer magistrado utilizó dos herramientas fundamentales: la concesión de nuevas vías férreas -el modo de transporte que unía al comercio internacional- y la creación de los "bancos garantidos", que significaba que cada banco estatal provincial podía emitir billetes con el solo respaldo de bonos de la tesorería nacional. De este modo, los gobernadores contaron con la posibilidad de emitir billetes para contratar nuevos empleados públicos, otorgar créditos baratos a sus amigos y aliados, y construir nuevos edificios gubernamentales. Muchas provincias argentinas, tanto entonces como hoy, son incapaces de generar sus propios recursos debido a la interferencia estatal, la corrupción y a la inercia centenaria de estructuras de prebendas y clientelismo. Estas emisiones de pesos llevaron al alza del oro y volvieron al país incapaz de pagar sus abultadas deudas en el exterior. El colapso económico y la soberbia de los "incondicionales" al presidente, que en 1889 habían proclamado la candidatura de Ramón Cárcano a la presidencia para 1892, llevaron al despertar de las fuerzas opositoras. Primero, reunidas por el joven abogado entrerriano Francisco Barroetaveña, de arraigadas ideas liberales, en la Unión Cívica de la Juventud. Luego, ampliado el arco político hacia figuras de trayectoria, se llamó Unión Cívica y aglutinó a personas como Bartolomé Mitre, Leandro Alem, Bernardo de Irigoyen y Vicente Fidel López, entre otros.
El fallido intento revolucionario de la Unión Cívica generó el desplome de Juárez Celman y el ascenso de Carlos Pellegrini -el vicepresidente-, Julio Roca y el general Levalle, ministro de Guerra. En agosto de 1890, Juárez Celman debió renunciar ante la imposibilidad de formar un nuevo gabinete de ministros.
Roca y Pellegrini habían renunciado a la posibilidad de ser candidatos a la presidencia para 1892. Roca intentó, en vano, lograr un Acuerdo con la Unión Cívica en torno al binomio Mitre-Uriburu. La fracción liderada por Bernardo de Irigoyen y Leandro Alem rechazó cualquier acuerdo con el Partido Autonomista Nacional, y crearon entonces la Unión Cívica Radical. Bartolomé Mitre, ante esta ruptura, también renunció a su candidatura. Pero el factor más temible venía por el resurgimiento del juarismo con el Partido Modernista que impulsaba al joven Roque Sáenz Peña y Manuel Dídimo Pizarro.
En resumen, lo considero un libro indispensable para quien quiera conocer y comprender el pretérito argentino durante el siglo XIX. El libro está bien escrito y mejor documentado, la autora no cae en los falsos y procaces maniqueísmos de buscar "culpables" y ensalzar héroes incomprendidos, sino que busca la comprensión de una época para que el lector pueda aprender y reflexionar. Y es que la autora no escribió para la tribuna, sino para lectores inteligentes.

Alonso, Paula, Jardines secretos, legitimaciones públicas. Buenos Aires, Edhasa, 2010. ISBN 978-987-628-107-2

miércoles, 15 de junio de 2011

"Napoleón", de Emil Ludwig.

Napoleón es una de las tantas biografías escritas por Emil Ludwig, hace ya algunos decenios atrás.
No es un libro académico, sino uno dirigido al público lector que quiere comprender la vida y la trayectoria política del emperador Napoleón. El texto comienza con Napolione Buonaparte, el joven que tiene por ambición la libertad de su Córcega natal, y por ello se enrola -paradojalmente- en el ejército francés, a fin de adquirir los conocimientos militares necesarios para independizar a su ínsula.
El estallido de la revolución francesa y el caos subsiguiente le brindarán la oportunidad de volver a Córcega e intentar, en vano, tomar el control de la isla. El ambicioso veinteañero retornará al continente y será en el ejército francés en donde descollará, brincando a la fama con su defensa del puerto de Tolón frente a los ingleses.
Primero al servicio de los jacobinos y luego del Directorio, su prestigio crecerá en su campaña en Italia, a donde había sido enviado para que fracasara. Cosechará varios éxitos militares y políticos. Pero Europa era pequeña para sus aspiraciones, y se embarca a Egipto, con intenciones de recrear el gran imperio alejandrino, soñando con llegar a las fronteras de la India...
Cercado por mar por las fuerzas británicas, volverá a Francia en una humilde embarcación pesquera y, nuevamente en el continente europeo, conspirará para derribar al Directorio, ayudado por su hermano Lucien (o Luciano).
Figura principal del Consulado, se lanzará a nuevas campañas militares y, finalmente, se proclamará Emperador de los franceses en 1804. Su esposa Josephine -mujer de la nobleza- se convertirá en emperatriz y abandonará su vida de aventuras sexuales, que tantas jaquecas provocó a Napoleón en su campaña egipcia.
El imperio napoleónico buscará emular al romano, tomando su simbología. Centralizará el poder, implantará la censura, abolirá conquistas liberales y democráticas, comenzará a crear a los franceses.
Y es que, antes de la revolución, existía Francia, pero no los franceses. No, al menos, tal como lo concebimos ahora. Tan sólo un magro 5% hablaba francés, el idioma de la administración y de París. El resto hablaba el occitano, corso, bretón, alemán, vasco, catalán... Será, pues, Napoleón el creador de una nación francesa, siguiendo el proceso de centralización que habían iniciado los jacobinos, a fuerza de represión, terror y censura.
Tras la anulación del matrimonio con Josephine, se casará con la princesa austríaca María Luisa, de la dinastía de los Habsburgo, quien le dará un hijo: Napoleón II. Pero el imperio comenzará a desmoronarse por dos iniciativas expansionistas que lo conducirán al fracaso: España, que con su guerra de guerrillas desangrará a las tropas galas, y el intento de conquistar Rusia, que causará la muerte de cientos de miles de sus soldados en las vastas estepas.
Recurrirá, pues, a su genio militar para intentar salvar su imperio. Pero los propios lo irán abandonando -entre ellos, su esposa-, los antiguos príncipes alemanes se pasarán al campo enemigo y será derrotado. Tras abdicar, fue insultado en su periplo hacia la isla de Elba por los franceses, que lo culpaban de la humillación.
El zar Nicolás I, instalado en París, optará por la restauración borbónica, presionado por los británicos. Los otros posibles candidatos eran el niño Napoleón II y el general Bernadotte, a la sazón rey de Suecia.
Emil Ludwig retrata vívidamente este período de Napoleón en Elba, en donde gobernó por el espacio de algunos meses como un príncipe. No obstante, los errores del rey Luis XVIII le dieron la oportunidad de retornar a Francia como emperador por escasos cien días, en los que trató de ser un monarca constitucional, con el auxilio de Benjamin Constant.
A pesar de proponerse como un emperador de la paz y la libertad, la gran coalición de países europeos lo derrotó nuevamente en Waterloo, tras lo cual fue deportado a la lejana e inhóspita Santa Helena, posesión británica en el Atlántico. Allí irá muriendo lentamente, vilipendiado por sus guardianes y olvidado por muchos de sus antiguos compañeros de armas y de la política.
Personaje en verdad singular, que representó el espíritu de la revolución por su capacidad de ascenso social, pero que a la vez restauró la jerarquía estamental, fue un genio militar y un político oportunista. Creyó ciegamente en que una buena estrella guiaba su destino, y ello lo llevó por los caminos de imprudencia y el fracaso. Marcó con su sello inconfundible el siglo XIX de Francia, creando una tradición bonapartista que duró en la nación gala hasta fines de la centuria decimonónica.
La biografía es ágil, sin perder seriedad. Una muy buena introducción a la vida de Napoleón.

Ludwig, Emil, Napoleón. Barcelona, Juventud.

domingo, 12 de junio de 2011

"1Q84", de Haruki Murakami.

1Q84 es la novela más reciente de Haruki Murakami, publicada este año. En rigor, sabemos que los libros 1 y 2 aparecen en este primer volumen, pero desconozco cuántos serán en su totalidad.
Al igual que en novelas anteriores como Kafka en la orilla, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo y El fin del mundo y un despiadado país de las maravillas, la pluma de Murakami fluye entre este mundo "real" y otro que convive al lado, al que llegamos por alguna puerta que se entreabre de modo inesperado. Los protagonistas son la joven Aomame, profesora en un gimnasio y que comete homicidios por encargo, y el joven Tengo, profesor de matemática y aspirante a escritor. Tengo, que trabaja para un editor, es el lector de varias novelas que aspiran a ganar un premio literario. Así es como se encuentra con la novela "La crisálida del aire" de la adolescente Fukaeri, un relato sumamente extraño en el que trata sobre la Little People y un mundo en el que hay dos lunas... Será Tengo, pues, el encargado de corregir esta novela y, de ese modo, se involucra de una forma que él no comprenderá sino hacia el final del volumen. La enigmática Fukaeri tendrá un pasado difícil de conocer, en el que pueblan sombras que superan la realidad cotidiana.
Aomame y Tengo se habían conocido en la escuela primaria, pero nunca habían llegado a cruzarse una palabra. Sin embargo, ambos estaban enamorados desde entonces, a pesar de que nunca más se vieron.
Como ya lo adelanté, este volumen reúne los libros 1 y 2. El libro cierra con un momento de máxima tensión, dejando al lector en el asombro. Y aquí dejo de adentrarme en el libro con la esperanza de que nuevos lectores puedan disfrutarlo y sorprenderse con el correr de las páginas.
Mientras tanto, aguardo a que aparezca el nuevo volumen de 1Q84.

Murakami, Haruki, 1Q84. Barcelona, Tusquets, 2011. ISBN 978-987-6700-269

sábado, 11 de junio de 2011

"El sentido espiritual de los mitos", de Michel Clermont

El sentido espiritual de los mitos, de Michel Clermont, es una obra breve en la que trata tres grandes temas: las doce proezas de Heracles, el laberinto de Creta y el retorno de Ulises a Ítaca, tras la guerra de Troya.
Lo primero que subraya el profesor Clermont -y yo adhiero-, es que a los mitos debemos interpretarlos por sus enseñanzas. Lo cierto es que, desde hace más de dos mil años, viene prevaleciendo en Occidente la postura de desdeñar al mito, considerándolo una "mentira" o, cuando menos, un cuento para entretener a los niños.
Clermont, entonces, en pocas páginas sabe escudriñar para el lector el sentido espiritual de estos tres mitos mencionados, relacionándolos con los mitos de la India, un paralelismo posible ya que ambos pueblos son de origen indoeuropeo.
Heracles habrá de vencer, a lo largo de las doce proezas, sus propios demonios interiores, venciendo los temores y las ilusiones. El laberinto de Creta es una rica cantera de enseñanzas, un mito en el que hallamos a personajes como el rey Minos, al joven intrépido Teseo ayudado por Ariadna, a Dédalo y su hijo Ícaro, entre otros. Sus vidas se entrelazan por sus actos, algunos heroicos y otros equivocados por sus pasiones.
Es un libro breve en su extensión, de poco más de cincuenta páginas, pero que merece ser leído en oportunidades reiteradas. Hay una sabiduría perenne que, a pesar de los siglos, nos sigue brindando las claves para comprender la existencia humana. Para acceder a ella, debemos despojarnos de nuestra presunción moderna, leer con humildad y estar dispuestos a desentrañar el mensaje tras el relato.

Clermont, Michel, El sentido espiritual de los mitos. Palma de Mallorca, Olañeta, 2008. ISBN 978-84-9716-554-9

viernes, 10 de junio de 2011

"Trotski", de Robert Service.

Trostki es la tercera biografía que escribió Robert Service sobre los líderes fundacionales de la Unión Soviética, siendo anticipada por las de Lenin y Stalin. Al igual que en sus obras anteriores, combina una excelente pluma con el acompañamiento de documentos que avalan el texto. De este autor, ya he comentado aquí su libro Camaradas.
Trotski fue un activo miembro de grupos revolucionarios desde su juventud, primero como simpatizante de los narodnik y, luego, marxista en la Rusia imperial. Adhirió al Partido Socialdemócrata Obrero Ruso pero, en el momento de su división entre bolcheviques y mencheviques, no optó por ninguna de estas fracciones, sino que aspiró a reunificar a esta corriente política clandestina. Su personalidad, sin embargo, lo aisló del resto de sus compañeros de ruta, ya que su altivez y pretensiones de superioridad intelectual generaban rispideces con el resto de los marxistas.
Deportado a Siberia, huyó y abandonó a su familia para exiliarse en Europa central y occidental, para pasar luego a los Estados Unidos. Nunca cursó estudios formales y fue siempre un autodidacta, lo que no le impidió ser un formidable activista a través del periodismo y la tribuna, famoso por sus dotes oratorias. Así como participó en la formación de los soviets en la revolución de 1905, volvió a Rusia en 1917, cuando se formó un gobierno provisional que sustituyó al régimen zarista durante la primera guerra mundial.
En estas nuevas circunstancias, se unió a los bolcheviques quienes, debido a sus anteriores veleidades de personaje independiente, lo miraron con resquemor. No obstante, ocupó el importante cargo de comisario del pueblo para los asuntos exteriores, posición en la cual negoció el tratado de Brest-Litovsk con las fuerzas militares alemanas. Luego organizó el Ejército Rojo, en donde desplegó sus dotes de estratega militar, haciéndose célebre por su espíritu marcial y su trato implacable para con sus enemigos y, también, con los propios. Service nos recuerda que Trotski se convirtió entonces en una figura de magnitud a la par de Lenin, lo que volvió a despertar temores en el resto del partido bolchevique en el poder.
Trotski, al igual que muchos otros marxistas rusos, estaba convencido de la inminencia de una ola de revoluciones socialistas en el resto de Europa, comenzando por Alemania. Pero estas fracasaron: los espartaquistas en Alemania, Béla Kun en Hungría, la república soviética en Baviera. Curiosamente, fue Stalin el único que no cultivó dichas esperanzas en el seno del consejo de comisarios del pueblo (Sovnarkom): la paradoja es que él nunca residió fuera del imperio Ruso, a diferencia de Lenin y Trotski, pero intuyó mejor qué era lo que ocurría allende las fronteras.
Si bien Lenin había volcado sus preferencias primero por Stalin, resulta claro que luego su personalidad le despertó temor y se mostró favorable a Trotski. Sin embargo, Stalin fue lo suficientemente hábil para tejer una vasta red de alianzas dentro del hegemónico partido para ir desplazando, poco a poco, a todos sus posibles competidores. Trostski, pues, no sólo se vio privado de su posición en el Sovnarkom, sino que fue siendo marginado de toda función, a pesar -o quizás debido a- su fama internacional. La querella ideológica con Stalin fue, en rigor, de escaso valor intelectual. Ambos anhelaban el fortalecimiento de la Unión Soviética, en profundizar sus aspectos totalitarios y en lograr manipular al partido en su favor. Trotski sucumbió por sus propias limitaciones personales y jamás demostró preocupación por la censura y la represión contra quienes no eran bolcheviques, así como jamás tuvo contemplaciones en la implantación del terror rojo durante la guerra civil. No era, pues, una disputa de ideas, sino una simple rivalidad entre dos aspirantes a líderes totalitarios.
Finalmente, emprende la etapa del exilio en Turquía, Francia y México. Vivió durante esos años de cobrar derechos de autor por sus libros y mantuvo la ficción de su IV Internacional, hasta que fue asesinado por un sicario de la URSS con un piolet en la cabeza.
Service exhibe con claridad la personalidad obsesiva, cruel y metódica de Trotski, un personaje al que muchos han elevado a la categoría de leyenda. Un libro imprescindible para comprender la revolución bolchevique.

Robert Service, Trotski. Barcelona, Ediciones B, 2010. ISBN 978-84-666-4568-3

martes, 7 de junio de 2011

"Yo, el Gato", de Natsume Soseki.

Yo, el Gato es una novela de Natsume Sōseki, autor japonés de inicios del siglo XX, en la que el protagonista es un felino que reflexiona sobre la sociedad nipona de su época, en tiempos de la guerra con Rusia. El gato no tiene nombre, porque su dueño es tan perezoso que no repara en ello. Desde muy pequeño, el felino llega accidentalmente a la casa de quien será su dueño, un maestro de inglés de escuela media llamado Kushami, quien vive junto a su esposa, sus tres hijas pequeñas y una criada en una casa modesta. Este hombre será sumamente inconstante en cada una de sus acciones, y se verá fuertemente influido por sus amistades como Meitei –un hombre dedicado a burlarse y fabular constantemente- y Kangetsu –un excéntrico bachiller en ciencias físicas-, entre otros personajes brotados de la fértil imaginación del autor.
El gato irá narrando y reflexionando a lo largo del libro sobre la sociedad humana que observa, se inmiscuirá en la casa de los vecinos e incluso de un baño público, para sacar divertidas conclusiones. A raíz de estas meditaciones, el felino llegará a considerarse un filósofo, elucubrando hipótesis y formulando aseveraciones que entretendrán al lector. En más de una ocasión me ha despertado la risa con sus pensamientos.
El autor se esmera en brindarnos una imagen vívida de los cambios sociales del Japón de la era Meiji (1868-1912), cuando irrumpen las ideas y costumbres de la modernidad occidental, contrastando con las tradiciones ancestrales del archipiélago nipón.
Una obra en verdad excelente, que ha pasado a formar parte de los clásicos de la literatura japonesa, recomendable para quien quiera ingresar a este maravilloso mundo de las letras orientales. Cuando se termina el libro, uno siente que habrá de extrañar a este simpático y ocurrente felino, que tantas sonrisas y meditaciones ha sabido despertar.

Sōseki, Natsume, Yo, el Gato. Madrid, Trotta. ISBN 84-8164-267-3

sábado, 26 de febrero de 2011

"Crónica del pájaro que da cuerda al mundo", de Haruki Murakami.

Crónica del pájaro que da cuerda al mundo de Haruki Murakami -de quien ya he tratado aquí sobre su obra Kafka en la orilla- es una novela en la que el protagonista, Tarō Okada, se halla en un mundo en el que lo real se distingue cada vez menos de otro mundo, no menos real pero intangible. Recibe llamadas extrañas, su esposa Kumiko desaparece, su vida se entreteje con personas que vivieron situaciones de extrema violencia en la ocupación japonesa en Manchuria, en el estado títere de Manchukuo. Todo ello va cobrando sentido en torno a una casa misteriosa y siniestra.
Su enemigo es su cuñado, Noboru Wataya, un famoso economista y político en ascenso que oculta rasgos oscuros de su personalidad, un manipulador perverso y elocuente que gana el aplauso de la opinión pública y los medios a pesar -o debido a- su falta de sustancia.
En lo personal y como historiador, he aprendido mucho sobre la guerra en Manchuria desde una perspectiva poco frecuente, un fragmento de la historia asiática que probablemente aún despierte encono y dolor en Asia-Pacífico.
Murakami, con enorme sentido del humor y una pluma extraordinaria, va llevando al lector a mundos que se entrecruzan por puertas invisibles y que pocas veces se abren. Una novela excelente.

Murakami, Haruki, Crónica del pájaro que da cuerda al mundo. Buenos Aires, Tusquets, 2010. ISBN 978-987-1544-04-2

viernes, 18 de febrero de 2011

"Franny y Zooey", de J. D. Salinger.

Franny y Zooey es un relato en dos partes, sobre los hermanos Franny y Zooey Glass. El primero de ellos, en el que Franny es la protagonista, la joven estudiante universitaria se encuentra con su novio Lane. Él está enfrascado en sus proyectos y se siente importante porque escribirá un ensayo sobre Gustave Flaubert. Ella, en cambio, se mantiene distante e indiferente hasta que le cuenta lo que está leyendo: el relato de un peregrino en Rusia, que ha encontrado la Oración de Jesús y la repite sin cesar.
El segundo relato trata sobre el encuentro de Franny con su hermano Zooey, cinco años mayor que ella y actor de profesión, quien trata de disuadirla de persistir en ese camino místico.
Caben algunas reflexiones: ¿genuinamente encuentra el camino de la iluminación espiritual, o es un gesto para llamar la atención? ¿Se encuentra a sí misma al hallar a Dios, a través de la repetición de esta oración? En su afán de criticar la intrascendencia del mundo que los rodea y de la vacuidad solemne del mundo académico, ¿busca la sabiduría o la provocación? ¿Su oración es humilde o vanidosa, al sentirse iluminada y cerca de Dios? El fenómeno religioso es, siempre, susceptible de múltiples miradas.

J. D. Salinger, Franny y Zooey. Barcelona, Edhasa. ISBN 84-350-0912-2

sábado, 29 de enero de 2011

"Sueño profundo", de Banana Yoshimoto.


Sueño profundo reúne tres relatos de Banana Yoshimoto, autora japonesa contemporánea. Sutilmente entrelazados por las situaciones extremas que pasaron las protagonistas, la autora explora la profunda soledad de quien atraviesa el abismo y la salida del encierro. En los tres relatos, el sueño conecta con otras realidades que ayudan a comprender la que estamos viviendo.
En los tres relatos, las protagonistas son mujeres japonesas jóvenes, estudiantes universitarias, angustiadas por sucesos dolorosos que las rodean. En el primero de los relatos, Terako se deja envolver por el sueño más profundo, hasta que una visión la impele a salir de ese sopor existencial, lentamente.
En el segundo, será la muerte de un hermano la que deja en la nada más abismal a una joven y a quien fue la novia del difunto, hasta que un encuentro inesperado le devuelve el sabor a la vida. En el tercero, una joven se arrastra hacia el alcohol, hasta que una cita con quien fuera su enemiga acérrima la saca de ese estado lastimoso.
Es el primer libro que leo de Banana Yoshimoto. Me ha dejado reflexionando, volveré a leerla próximamente.

Yoshimoto, Banana, Sueño profundo. Buenos Aires, Tusquets, 2007. ISBN 987-1210-33-7

viernes, 21 de enero de 2011

"Buenos Aires antes del Centenario", de Francis Korn y Silvia Sigal.

Buenos Aires antes del Centenario es un libro que se concentra en el quinquenio anterior a los festejos de 1910. Un texto bien logrado, con abundante documentación, que entreteje los pormenores políticos con la vida cotidiana y las novedades del arte. Que bucea en las cumbres de los aristócratas y los conventillos, que recuerda muertes de presidentes y, a la par, de niños hijos de inmigrantes.
Para este libro, las autoras han recorrido la variopinta prensa de la época y lograron despertar, desde las páginas amarillentas y adormecidas, la vibración de una metrópoli que crecía aceleradamente, mostrando los signos inequívocos del progreso de principios del siglo XX en Argentina. No es una apología ni una diatriba, es un recorrido en todos sus matices, con luces y sombras, con todos los sabores de lo vivo y palpitante. A estas fuentes primarias, acompañaron buena bibliografía de diversas perspectivas.
El año 1904 está dedicado en buena parte a la gran novedad del primer escaño socialista en el Congreso argentino, con la elección de Alfredo Palacios. 1905, en cambio, ocupa más espacio la visita de Giacomo Puccini al río de la Plata. 1906, inevitablemente, recorrerá los fallecimientos de cuatro personajes políticos de envergadura: Bartolomé Mitre, Manuel Quintana -presidente en ejercicio-, Carlos Pellegrini y Bernardo de Irigoyen. 1907 hará un repaso de los conventillos y la higiene pública, las huelgas de inquilinos y las posibilidades de compra de la primera propiedad por parte de los extranjeros residentes en Argentina. El capítulo sobre 1908 comienza con el cierre del Congreso por parte del presidente Figueroa Alcorta, sigue con el mundo de los deportes en la capital argentina y la inauguración del nuevo edificio del Teatro Colón. Finalmente, el capítulo sobre 1909 cierra el libro con la represión a las huelgas de ese año, a cargo del coronel Ramón Falcón -y el posterior atentado que cobró su vida-, las novedades en el universo artístico, las visitas de Vicente Blasco Ibánez y Anatole France, y la proclamación de la candidatura presidencial de Roque Sáenz Peña.
La prosa es buena, ágil, de las que invitan a trabar una grata amistad con el libro que se tiene entre manos. El resultado es una suma de retratos sobre la forma de vida en aquella Argentina tan distante, pujante y promisoria, que provoca la posterior e inevitable reflexión sobre el rumbo extraviado.

Korn, Francis y Sigal, Silvia, Buenos Aires antes del Centenario. Buenos Aires, 2010, Sudamericana. ISBN 978-950-07-3218-5

martes, 11 de enero de 2011

"La prensa obrera", de Mirta Zaida Lobato.

La prensa obrera es un estudio sobre el periodismo del mundo gremial desde fines del siglo XIX en Argentina y Uruguay hasta mediados del siglo XX. Uno de los fenómenos de la expansión del libro y el periodismo en la centuria decimonónica fue la incorporación de nuevos lectores: los niños, las mujeres y los obreros. Si no sabían leer, había quien lo hiciera en voz alta en reuniones sociales, en la pulpería, el conventillo o el café.
El propósito del periodismo sindical no tenía un único objetivo de información, sino que buscaba crear una cultura propia, proletaria, alejada de los grandes diarios a los que consideraban al servicio del capitalismo. Es por ello que estos periódicos buscaban difundir ideas de modo sencillo, a la par que ilustrar a sus lectores.
Al mismo tiempo que aparecieron La Vanguardia y La Protesta, diarios del Partido Socialista y del anarquismo respectivamente, surgieron una gran cantidad de periódicos de las centrales sindicales y gremios que tuvieron una vida azarosa, discontinua y a veces breve. Los primeros mencionados eran de carácter más doctrinario y general; los otros, en cambio, se dirigían a un público más acotado y trataban sobre cuestiones propias de sus oficios. Doy fe de ello: en mis lecturas de periódicos gremiales de principios del siglo XX, he encontrado abundantes relatos sobre conflictos en fábricas y talleres, pero muy escasas referencias a cuestiones políticas y económicas más amplias; ellas se hallan, sí, en los periódicos ideológicos antes mencionados. La autora ha recorrido la variedad de corrientes del movimiento obrero: el socialismo, el anarquismo, el sindicalismo, el comunismo y el peronismo.
Sumamente interesante me pareció el tratamiento sobre los conceptos dicotómicos en torno al trabajo que se pueden hallar en las páginas de estos periódicos obreros, y la historiadora Mirta Z. Lobato se supo adentrar con pericia en esta cuestión compleja. También es destacable el análisis sobre la lectura que se hacía sobre las mujeres obreras en esos periódicos, muchas veces teñidas de desdén machista.
Mirta Lobato señala cuáles son los temas y diarios que aún hay que estudiar. Ya se han realizado trabajos muy interesantes sobre diarios como La Nación, Crítica, La Fronda y La Opinión, por mencionar algunos. En este sentido, todavía hay mucha documentación inexplorada de modo sistemático, por lo que el estudio sobre la historia del periodismo es un área que está a la espera de nuevos investigadores.

Lobato, Mirta Zaida, La prensa obrera. Buenos Aires, EDHASA, 2009. ISBN 978-987-628-067-9.

domingo, 9 de enero de 2011

"Entre la torre de marfil y el compromiso político", de Osvaldo Graciano.

Entre la torre de marfil y el compromiso político, con el subtítulo de Intelectuales de izquierda en la Argentina, 1918-1950, es un extenso y meditado trabajo de Osvaldo Graciano, fruto de su tesis doctoral. Está centrado en los itinerarios de toda una generación de profesionales egresados de la Universidad de La Plata, desde los tiempos de la reforma universitaria hasta la primera presidencia de Perón.
Las etapas, pues, son claramente discernibles: un primer tiempo que transcurre desde la reforma universitaria hasta el golpe de Estado de 1930. La segunda es desde la irrupción militar en 1930 y sus sucesores conservadores, hasta junio de 1943.
La tercera es, entonces, desde el golpe de Estado de 1943 y la implantación de la doctrina nacionalista católica y la primera presidencia de Perón, heredero ideológico y político de la asonada militar.
El primer período estuvo caracterizado por la renovación de ideas en los claustros de la Universidad, dejando a un lado el positivismo que predominó en el siglo XIX, por otras corrientes filosóficas que surgieron a comienzos del XX, con autores como Henri Bergson, José Ortega y Gasset y José Enrique Rodó, entre otros. Fue, también, una etapa en la cual los estudiantes comenzaron a participar activamente en los centros de estudiantes y los consejos académicos. Esta actividad no se quedó limitada a las aulas, ya que muchos de ellos actuaron en iniciativas literarias y teatrales, revistas académicas y centros de estudios. Dos figuras descollaron: Alejandro Korn, desde la filosofía, y Alfredo Palacios como decano de la Facultad de Ciencias Jurídicas y Sociales, posición desde la cual bregó por el constitucionalismo social y el latinoamericanismo. También fue singularmente notoria la presencia de Pedro Henríquez Ureña.
El golpe de Estado de 1930 tuvo como consecuencia las intervenciones en las universidades y la anulación de la reforma universitaria, por lo que muchos profesores y graduados comenzaron a afiliarse en el Partido Socialista -algunos ya militaban en el anarquismo-. Palacios retornó al PS, del cual había sido expulsado, y otros como Alejandro y su hijo Guillermo Korn, Carlos Sánchez Viamonte, Julio V. González (hijo de Joaquín V. González), Adolfo Mouchet llegaron a ocupar cargos partidarios o bancas legislativas en los años treinta. Unieron su actividad intelectual al compromiso político para defender la democracia representativa y evitar la caída de la Argentina en el fascismo. Sintieron simpatía por la causa republicana española, adhirieron a las agrupaciones antifascistas como Acción Argentina y propugnaron el retorno a la reforma universitaria. Sánchez Viamonte fue un activo propulsor del socialismo fabiano y de las ideas de la planificación central de la economía, tanto en las aulas como en su escaño en el Congreso.
Desde esta vinculación al Partido Socialista, impulsaron conferencias, cursos y obras teatrales para la ilustración de los obreros, siendo ejemplo de ello el Teatro del Pueblo de Puerto La Plata, luego clausurado por el gobernador conservador Manuel Fresco. Entre 1941 y 1943, Alfredo Palacios llegó a ser rector de la Universidad, desde la cual impulsó la investigación y la creación.
Con el golpe de Estado de junio de 1943, observaron que la Argentina iba a contramano de lo que estaba ocurriendo en el resto del mundo con el retroceso de las potencias fascistas. Numerosos profesores fueron expulsados de sus cátedras y fueron reemplazados por nacionalistas católicos, en consonancia con la doctrina impulsada por el gobierno nacional. Muchos profesores y estudiantes fueron perseguidos por las autoridades imperantes, situación que continuó durante los gobiernos de Juan Domingo Perón. En esta tercera etapa analizada en el libro, estos intelectuales de izquierda reflexionaron el porqué de la adhesión de los obreros a la política peronista. Profesores como Francisco y José Luis Romero habían perdido sus cátedras y debieron seguir sus carreras académicas en el exterior; otros, como Orfila Reynal, se exiliaron y trabajaron en emprendimientos editoriales como el Fondo de Cultura Económica.
Se puede o no estar de acuerdo con las ideas de esta generación de intelectuales platenses, pero es claro que fue un grupo fecundo y de gran preparación y solidez. Sus iniciativas, pues, quedaron truncas y cuando retornaron a las aulas, luego de la caída de Perón, la universidad, la Argentina y el mundo eran muy diferentes al período de entreguerras.
El libro es interesante, ya que es complejo escribir una obra sobre una generación de intelectuales, y arroja luz sobre períodos poco explorados.

Graciano, Osvaldo, Entre la torre de marfil y el compromiso político. Bernal, Universidad Nacional de Quilmes, 2008. ISBN 978-987-558-135-7

sábado, 8 de enero de 2011

"El sonido de la montaña", de Yasunari Kawabata.

Yasunari Kawabata es uno de los autores japoneses del siglo XX que mejor ha escrito sobre la vida en su país en la posguerra. Su estilo es sosegado, tranquilo, sugerente, sin sobresaltos. En El sonido de la montaña trata sobre Ogata Shingo, un hombre de más de sesenta años que siente la fatiga del cuerpo y la mente y la pérdida de la memoria de los actos simples, de fechas de acontecimientos o, repentinamente, cómo hacerse la corbata. Y es que la novela fue publicada en 1954, tiempos en que los problemas de la edad se presentaban con mayor anticipación que en 2011. Asimismo, se interroga sobre los fracasos matrimoniales de sus hijos, a la vez que tiene una estrecha relación que lo une a su nuera Kikuko, residente en su hogar. Consternado por la vida que llevan sus hijos, se cuestiona si él ha tenido alguna relación con esos rumbos, así como advierte los cambios profundos que se vivían en Japón tras su derrota en la segunda guerra mundial.
El protagonista y sus dilemas frente a la vejez que empieza a mostrar sus signos recuerda, en buena medida, al de otra novela de Kawabata, El Maestro de Go, un gran jugador que celebrará su último encuentro con un joven promisorio en el Go y que tiene una personalidad desbordante y desafiante.
Uno y otro libro son reflexiones en torno a la vejez.
Para quien busca aventura y acción, no será Kawabata su autor predilecto. Para quien desee comprender un mundo distante y fascinante como el japonés, es una excelente puerta de ingreso.

Kawabata, Yasunari, El sonido de la montaña. Buenos Aires, Emecé, 2006. ISBN 978-950-04-2804-0