sábado, 21 de julio de 2012

"Naciones y nacionalismo", de Ernest Gellner.

Un libro que se ha vuelto un clásico sobre la cuestión nacionalista es el de Ernest Gellner, con su Naciones y nacionalismo, una referencia inevitable. El autor pone su acento en el surgimiento del nacionalismo en las sociedades industriales. Con acierto, señala que las sociedades tribales pre-agrarias y nómadas no tenían ni necesitaban un Estado; las sociedades agrarias podían o no tener un Estado; en las sociedades industriales, en cambio, el Estado es inevitable por su complejidad y división del trabajo. A partir de estas premisas, que estimo correctas, Gellner remarca que será en las sociedades industriales donde se desarrollarán los conceptos de nacionalidad y nacionalismo. 
Es de Perogrullo que todos los grupos humanos tienen una cultura, pero los grupos nómadas pueden ser bastante flexibles al respecto. Las sociedades agrarias, en cambio, viven en su cultura con naturalidad, ancladas en su paisaje bucólico. Es en éstas en donde se produce una estratificación social marcada, con una mayoría abrumadora de campesinos con su propia cultura popular y espontánea, en tanto que hay sectores guerreros, administrativos y religiosos que se desenvuelven en sus propios universos culturales, e incluso lingüísticos. El mejor ejemplo para esto -que no lo señala Gellner- en Occidente fue el uso del francés en las cortes de Inglaterra y Francia. Y traigo a colación el ejemplo francés, porque en tiempos de la revolución francesa sólo una minoría, en torno al 5%, hablaba esa lengua que era básicamente la de la Corte y la burocracia. El resto hablaba en lenguas que luego, durante el siglo XIX, fueron barridas por la educación oficial: el occitano, provenzal, catalán, bretón, etcétera...
Pues bien, en la sociedad industrial hay movilidad social y geográfica, los hombres del campo llegan a las ciudades para trabajar en las fábricas. Es preciso, entonces, contar con una lengua común y con alfabetización. De allí que Gellner señale que lo que busca un Estado nacional es crear una cultura común para establecer un orden social. Y lanza un pensamiento provocador: al Estado moderno, nacional e industrial le preocupa más el monopolio de la cultura legítima que el de la violencia legítima. El maestro de escuela es la vanguardia de este batallón en marcha: "En la base del orden social moderno no está ya el verdugo, sino el profesor". Así se crea una homogeneidad cultural que no sólo tendrá un idioma común, sino también costumbres, mitos nacionales e historia en la cual identificarse. Ya se ha hecho hincapié en el aspecto de la lengua en el libro antes reseñado de Lilia Ana Bertoni, tomando el caso argentino en el siglo XIX.
¿Qué pasa con las minorías lingüísticas? Estas pueden ser de carácter entropífugo, como las llama Ernest Gellner. Pueden optar por la estrategia de la asimilación, o bien por el camino de la autonomía y, quizás, la independencia. 
Sólo me cabe señalar que al análisis de Gellner le falta la referencia al servicio militar. Históricamente, ha sido uno de los mecanismos empleados para la unificación en torno al patriotismo y el heroísmo, y basta con ver los modelos de conscripción en Europa, Asia y América. 
La gran interrogante es: ¿hay espacio para la diversidad cultural, la innovación, la creatividad, para la preservación y recuperación de viejas lenguas? Creo que sí, porque la homogeneidad ya no es un fin deseable, sino un ancla pesada, además de ser un disciplinamiento que vulnera la libertad individual. 

Ernest Gellner, Naciones y nacionalismo. Buenos Aires, Alianza, 1994.

2 comentarios:

  1. parecería que falta (en el libro o en el resumen) no solo el serv.militar que es un medio y un resultado sino el aspecto estructural fundamental: la unificación del mercado , objetivo/proceso que necesita y genera los otros cambios. P.ej. eliminar las trabas aduaneras (aduanas internas; una consigna de la rev.nac. en el RdlPlata) le es más necesario al capitalismo que eliminar las diferencias linguisticas (las cuales no pueden reducirse indefinidamente).

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  2. Es que el libro pone el énfasis en la construcción de los estados nacionales, no en el nacionalismo como ideología, que es otra cosa.

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