lunes, 16 de mayo de 2016

"Sarmiento filósofo", de Francisco M. Goyogana.

Estudiar y reflexionar los cincuenta y dos tomos de la obra de Sarmiento requiere de un sistema y un propósito, y estos fueron los motores que impulsaron a Francisco M. Goyogana en esta obra sobre las inquietudes filosóficas del político y autor sanjuanino. Goyogana es autor, ya, de tres libros en torno al estadista argentino del siglo XIX: el primero, dedicado a Sarmiento y la Patagonia; el segundo, a su defensa del laicismo; el tercero, en buena medida es un complemento del segundo, que nos permite adentrarnos en los itinerarios recorridos por un lector tan voraz como prolífica y cautivante fue su pluma.
Sarmiento no buscó teorizar en el vacío ni para su sólo provecho personal, sino que lo hizo para volcar ideas transformadoras en la Argentina decimonónica, en tiempos de la organización constitucional. De allí su pasión desbordante por atrapar cuanto libro se atravesara, desmenuzándolo y aprendiendo de conversaciones silenciosas que entablaba con cada autor.
Goyogana nos plantea un recorrido por cada autor con el que dialogó Sarmiento como lector, desde los clásicos griegos hasta sus contemporáneos. El autor nos introduce a las ideas de los filósofos que frecuentó Sarmiento, y pone a dialogar al político sanjuanino con esos pensadores. Los agrupa en varias ramas: la filosofía y las ciencias naturales de Gran Bretaña, los franceses, alemanes, holandeses, italianos y estadounidenses. La variedad de libros que leía Sarmiento le permitió abordar el pensamiento humano desde múltiples ángulos: filosofía política, ciencias naturales, epistemología, educación, historia. Cada lectura, aprovechada hasta el máximo, ayudó a crear un humus en donde fructificaron muchas ideas sarmientinas.
Sarmiento fue afecto a los pensadores que también fueron hombres políticos. Eran tiempos en que muchas figuras del pensamiento se volcaban de lleno a la arena política, sin temor al barro de las pasiones humanas y las refriegas. Así, se volcó por autores de envergadura como Tocqueville, Constant, Guizot, Thiers, Jefferson, Franklin, Thomas Paine, Burke, Locke, John Stuart Mill, entre tantos otros. Propenso a la observación, Sarmiento fue más un empirista que un teórico de laboratorio, y por ello buscó la experiencia acumulada de otros pueblos. De allí que explorara las obras de Adam Smith, David Hume y la ilustración escocesa. Pero también frecuentó la lectura de autores como Proudhon, Fourier, Saint Simon, Comte y Rousseau, con quienes no necesariamente coincidió, pero sí le brindaron perspectivas novedosas. Sabido es que Sarmiento cambia su visión sobre Europa, a la que suponía en la cumbre de la civilización humana, cuando viaja en 1847 a Francia. Su modelo habrá de cambiar por el de los Estados Unidos, a donde va luego y se asombra por un país pujante que le servirá como modelo en la presidencia. Esto lo acerca aún más a autores como Tocqueville, a los que hacen de la observación de la conducta y los movimientos humanos el método para explorar los caminos del progreso social y material. Y, como John Stuart Mill, no vaciló en defender el valor de la educación pública para elevar las condiciones materiales de los más pobres, así como el de elevar a la mujer por medio de su instrucción en un mundo que la relegaba a una mera función reproductiva y de crianza de los niños en el hogar. 
Goyogana nos expone el interés que Sarmiento tenía por las ciencias naturales, a las que se sentía atraído también por su capacidad de aplicación en las feraces tierras argentinas. De allí que se volcara decididamente por las teorías del evolucionismo, siendo un conocedor profundo de la obra de Charles Darwin, de quien brindó una extensa conferencia a las pocas semanas de su fallecimiento. Esta pasión por la ciencia lo acercó al positivismo y al darwinismo, sintiendo cercanía por el pensamiento de Spencer en sus últimos años de vida. 
Rastrear las fuentes intelectuales de Sarmiento no es una tarea sencilla, no sólo por la extensión voluminosa de su obra, sino por el apasionamiento que ponía en cuanto realizaba. Polemista audaz, no dudaba en combatir por las causas en las que creía recurriendo a un vasto arsenal de ideas, exhibiendo su erudición de gran complejidad. Este apasionamiento le ganó enemigos durante su vida y tras su muerte, que aún hoy arrojan anatemas e insultos sin ubicar a Sarmiento en su contexto vital. Esto hace más meritoria la obra de Francisco M. Goyogana, que coloca a Domingo F. Sarmiento en su tiempo y latitud sudamericana.

Francisco M. Goyogana, Sarmiento filósofo. Introducción a las ideas del prócer. Buenos Aires, Claridad, 2016.